Cuando murió mi mamá, me impresionó sentir como una violencia pasiva nos envolvía en lo que sentíamos la muerte cerca. Ine, como le decíamos, se negaba a creer que eso era realmente lo que le estaba ocurriendo y por eso sufrió inmensamente. El cuerpo le dolía, pero el dolor de su mente era exponencial. Acompañarla en esos meses de evolución fue sin duda lo más difícil que hice en mi vida.
Hasta el último minuto, el oncólogo y los médicos del hospital no dejaron de hablarle a mi mamá de infinitas posibilidades para seguir viviendo. Le prometieron vida y alimentaron esperanza hasta en la última neurona de su mente. Era confuso escuchar sus explicaciones disonantes con lo que le estaba ocurriendo a su cuerpo. Finalmente, un médico ajeno al sistema tradicional (con una interpretación más generosa del juramento socrático y alejado del velo católico) le explicó: "Vas a morir, y debes aceptarlo".
En medio de un océano de miedo y negación (muy particulares de la cultura latina), alguien le había permitido perder la esperanza. Mi mamá se sintió aliviada: "Me voy; ya no tengo nada que hacer aquí". Rendirse es siempre el último acto de valentía. Su resolución nos permitió celebrar fiestas de despedida con familiares y amigos. Mi mamá murió cinco días después de la última celebración de su vida, reconciliada con la muerte.
En el funeral de Ine, algo conmovida por el proceso de la muerte, pregunté a la familia: ¿Cómo se debe vivir para que cuando finalmente uno se encuentre ad portas de la muerte, sienta paz y aceptación? Sentía curiosidad. Jesús, Sócrates y Confucio, además de ser grandes revolucionarios que nunca escribieron un libro, llegaron a su muerte (juzgados y asesinados por el sistema) con absoluta claridad y ecuanimidad. ¿Cómo entonces se debe vivir para encontrar paz y sabiduría para reconciliarde con la muerte?
Estos últimos meses, llegué a la respuesta muerta de susto y fascinada. No fue una Epifanía. A lo largo de los años, en el trasfondo de las rutinas, lidiaba con preguntas existenciales. A medida que se me amontonaron las respuestas, acabé explorando las necesidades fundamentales del alma.
El inconveniente silencioso
Mi concepto de Home Within fue una invención inconsciente en donde terminé procesando algunas preguntas fundamentales. Mientras diseñaba mi Yo como un sistema de mente, cuerpo, corazón y alma, me encontré (repetidamente) con un obstáculo que se manifiesta silenciosamente en muchos de nuestros pensamientos. El miedo. ¿Por qué lo sentimos y por qué rechazamos que lo sentimos?
Decidir reconocer que tenía miedo fue un gran cambio. Personalmente, yo era bastante obtusa. Mi mantra era: "No siento miedo. El miedo es un suceso imaginario, no lo siento, y por eso nada puede ser demasiado grande para mí". Mi mamá me educó con esta "fuerza" de carácter para resistir (o más bien negar) el miedo. Y me sirvió muy bien en mis 20s y en mis 30s. Dejó de funcionar cuando pasé de los 40s.
Cuando noté patrones de miedo en mi Home Within, me obsesioné. Compré libros e investigué por todas partes. En otro post, te hablaré de la naturaleza del miedo porque su anatomía lo hace un poco mas digerible. Por ahora, explicaré por qué es necesario reconocer que vivimos cercados por el miedo. Al menos así es cuando uno siente interés por el crecimiento personal.
¡Miedo!
En su libro, La negación de la muerte, Ernest Becker explica (en el contexto del psicoanálisis, la filosofía existencial y la religión) que no nos gusta mirarnos hacia dentro. Tenemos un mecanismo de contención y negación porque la grandiosidad del universo (que llevamos por dentro) nos abruma al sobrepasar nuestra capacidad cognitiva.
"El mayor descubrimiento de Freud, el que está en la raíz de la psicodinámica,... es el miedo al conocimiento de uno mismo: de las propias emociones, impulsos, recuerdos, capacidades, potencialidades, del propio destino."
Esto explica por qué, cuando leemos artículos sobre el auto-sabotaje, la procrastinación y el síndrome del impostor, aunque queramos, difícilmente salimos de esos patrones de conducta. No cambiamos porque no queremos dialogar con nuestra fragilidad. "Coqueteamos con nuestro propio crecimiento, pero lo hacemos deshonestamente", dice Becket. Tan terrible es el miedo que optamos por negarnos a nosotros mismos nuestro destino para imitar el comportamiento de nuestros padres y nuestra cultura y así contenernos en una versión fabricada del yo. En otras palabras, creamos nuestra matriz mental y nos aferramos a ella para sentirnos seguros, y terminamos sacrificando nuestra verdad interior.
¿He dicho la palabra destino? ¡Me estoy volviendo densa! Según Becker, la espiritualidad y el psicoanálisis se encuentran cuando revisamos nuestra capacidad para cumplir nuestro destino.
"Lo que Otto [RANK] hizo fue llegar descriptivamente al sentimiento natural de inferioridad del hombre ante la trascendencia masiva de la creación, su sentimiento de criatura real ante el milagro aplastante y negador del Ser. Ahora comprendemos cómo una fenomenología de la experiencia religiosa enlaza con la psicología: justo en el punto del problema del valor."
El análisis de Otto se refiere a la realidad de que el ser humano se siente abrumado por el universo que es maravilloso, expansivo y extraordinario. Becker explica que el ser humano es diferente de los animales ya que tenemos: una capacidad cognitiva desarrollada, procesos emocionales sofisticados y un cuerpo con capacidades creativas. El hombre tiene superpoderes, es como un semi dios, pero sin embargo caga (muere y se pudre) como el resto de los animales. En esa dualidad el hombre no puede asimilar la magia del universo y la magia que existe en él (que son la misma cosa).
"...lo que realmente molesta al niño, cómo la vida es realmente demasiado para él, cómo tiene que evitar demasiado pensamiento, demasiada percepción, demasiada vida". Por eso desde pequeño, en toda su vulnerabilidad, y mientras obedece la autoridad de los adultos, el ser humano construye una identidad que le permite vivir en un estado compacto, minimizado y acomodado a la cultura. Eso es lo que el ser humano puede procesar. Nuestro ego es nuestro mecanismo de supervivencia; niega que sintamos miedo ante tanta grandeza a nuestro alrededor y en nuestro interior.
Además de este terror, nuestro ego sabe que todos somos en nuestro interior maravillosos, expansivos y extraordinarios, por lo que todos fluimos en el tiempo y el espacio con una naturaleza heroica inherente. Vivimos en la dualidad de querer convertirnos en esta grandeza y estar absolutamente aterrorizados por ello.
Cambiar es abrazar el miedo
Cuando me di permiso para ser sincera sobre mis miedos me liberé para afrontarlos. Reconocer mi fragilidad me dio poder para seguir adelante y dar prioridad a mis emociones sobre las historias de mi mente. Eso requiere valentía y generosidad. Renee Brown nos invita a ser vulnerables y, como bien dice, al otro lado de la vulnerabilidad está la valentía. La valentía, o mejor dicho, la falta de valentía, dice Otto dos citas más atrás, es nuestro problema.
Mas adelante en el libro, Becker afirma que Kierkegaard, al igual que Freud, comprendió que, puesto que sentimos desesperación en la infinitud de nuestro ser, tenemos una parte de nosotros que nos lleva a definirnos en función del mundo exterior:
"Al ver la multitud de hombres que lo rodean, al comprometerse en toda clase de asuntos mundanos, al volverse sabio sobre cómo van las cosas en este mundo, tal hombre se olvida de sí mismo... no se atreve a creer en sí mismo, encuentra que es demasiado aventurado ser él mismo, mucho más fácil y seguro ser como los demás, convertirse en una imitación, un número, una cifra en la multitud."
El miedo a saber quiénes somos (mas allá de nuestra identidad) es natural, por lo que aceptamos y vivimos relativamente cómodos en la matriz que creamos en nuestra mente y en la matriz del entorno. Estas matrices nos dan una sensación de control (pero es más bien una ilusión). Es una forma de escapar del miedo a encontrarnos con nuestra conciencia interior.
Home Within: Un diálogo con el miedo
En mi Home Within, con ojos de observadora crítica y mucha vulnerabilidad-valentía, cultivé un diálogo de mente, cuerpo, mente, corazón y alma y elegí enfrentarme a mis miedos (pequeños y grandes). Integrar mi nueva dimensión del Ser fue un proceso y ahora leyendo "La negación de la muerte", de Becker, y me lleno de terror, pero no de morir.
Al final, como bien resume Becker, el miedo a la muerte es el miedo a la vida. Se resuelve uno, y el otro parecerá tan sencillo como apagar la luz de la mesa de noche.
Pragmatismo, por favor.
Me gustaría terminar con un marco pragmático.
Caroline Myss tiene un argumento interesante en términos de espiritualidad y evolución personal. Ella explica que nuestra evolución es como vivir en un edificio donde empezamos en la planta baja. Cuando evolucionamos un poco, subimos al segundo, al tercero, y cada vez más alto. Cada vez que cambiamos de planta, la vista por la ventana es más amplia y expansiva. El problema es que cuando los de los pisos superiores nos explican cómo se ve el panorama, no entendemos lo que ellos ven. De hecho, no sólo no lo entendemos, sino que podemos juzgarlo y rechazarlo fácilmente porque puede no tener sentido para nosotros.
Mi propósito con este blog es servir con conversaciones para ayudarnos a hacer un mundo mejor. Cada uno está en su piso, dando dimensión y sentido a su vida. Compartiré mi experiencia en mi Home Within, con la esperanza de contribuir. Utilizo mi lente de diseñadoa, centrada en las experiencias cotidianas y exploro cómo vivir de forma holística me sirve mejor. Podemos mejorar el mundo yendo más allá de nuestra identidad, afrontando y superando nuestros miedos; ¡sufriéndolos es como subimos de nivel! Esa es la difícil verdad. No hay prisa. El mundo moderno nos obliga, pero también nos da muchas herramientas interesantes para hacerlo más fácilmente.
Mi próximo post explica cómo cambié de vivir hacia afuera a vivir hacia adentro y cómo activo mi Mente, Cuerpo, Corazón y Alma para revisar cómo experimento el mundo.
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